¿Comemos bien cuando pasamos tiempo sin actividad?

¿Recordáis el confinamiento de la población, allá por Marzo de este año 2020, causado por el COVID-19? Quién no va a acordarse ¿verdad? Muchos tuvieron que teletrabajar afinados en sus horares, muchos otros perdieron sus trabajos y, de igual modo, confinados en sus casas, etc. Muchas personas tuvieron que dejar sus vidas para permanecer con casi total inmovilidad en sus casas. Sobre todo aquellas que cortaron con prácticamente toda actividad física (sin gimnasios, sin sus salidas al aire libre para correr, surfear, o realizar otras actividades, etc, sin sus clases colectivas de gimnasia, entre otras).

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¿Y quién nos dice a nosotros que no volverán a confinarnos? Ante esta posibilidad, deberemos estar preparados sobre todo a nivel psicológico, pero además tener la despensa lista con los correctos alimentos, y con una mentalidad mejor que la pasada (para comer de forma saludable, y poder hacer algo de ejercicio aunque sea en nuestras propias casas).

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En cuestión de la alimentación, solo en la segunda semana de Marzo (del 9 al 15), apenas en los albores de dicho confinamiento, las ventas de alimentos no perecederos se dispararon y superaron, según Nielsen, las cifras habituales:

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  • los alimentos deshidratados
  • las conservas
  • el aceite
  • las legumbres (éstas han experimentado el mayor crecimiento de todos los alimentos, con un 31%)
  • y el arroz y la pasta, con un 20% más
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ALIMENTOS SOCORRIDOS

OJO CON ESTE PUNTO. Es cierto que son, todos ellos, alimentos fáciles de almacenar y de cocinar, de los que llamamos «socorridos«, y que en una situación así en la que muchas más personas comen dentro del hogar a diario (niños que no tienen comedor escolar, o profesionales que solían comer fuera de casa), hay que ser prácticos. Y yo me pregunto ante esto: ¿no deberíamos ser también sanos?

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Comer varias veces a la semana hidratos de carbono desde luego que no lo es, especialmente cuando la actividad física baja, por mucho que nos afanemos en mantener nuestras rutinas o en incorporar tablas de ejercicios a nuestro día a día en nuestra propia casa.

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Evitemos en lo posible la ‘comida de batalla’: paella, tortilla de patata, macarrones, EL PAN… incluso los consabidos guisos de legumbres son hidratos de carbono, y nos encontraremos mejor.

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Los hidratos de carbono generan un ciclo adictivo interminable, difícil de romper y que no nos aporta ningún beneficio.

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Y es que no nos cansaremos de repetirlo, pese a su buena fama como ‘generadores de energía’, pese a su cacareada versatilidad en la cocina, pese a que son adorados por niños y mayores, los hidratos de carbono no son nada buenos para nosotros porque:

  • Uno: la glucosa en que se transforman provoca picos de energía.
  • Dos: la caída de ese pico provoca ansiedad y más ganas de comer.
  • Tres: se acaba generando un ciclo adictivo interminable que es difícil de romper y que, además, no nos aporta ningún beneficio.

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Los sustitutos perfectos

Estamos hablando sobre todo de los hidratos refinados, pero también, como hemos mencionado antes, de los simples tubérculos como la patata o los cereales en general que, si bien al ser naturales y no tratados son mucho más sanos que los primeros (ultraprocesados), siguen resultando un aporte de energía ‘vacío’ que se transforma en azúcar, con todas las consecuencias que esto conlleva.

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Porque efectivamente los carbohidratos son uno de los grupos de macronutrientes fundamentales en la alimentación humana, junto con las proteínas y las grasas. Pero hemos de aclarar que ‘fundamental’ no significa ‘esencial’, por lo que, llegado el caso, podríamos vivir sin ellos. Su misión es darnos energía pero, como acabamos de ver, se trata de una energía momentánea que se desvanece enseguida dejándonos la sensación de necesitar más.

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Así que si los eliminamos de nuestra dieta, ¿cómo obtenemos la energía? Tenemos a nuestro alcance otra fuente que es igual de accesible y que nos proporciona hasta el doble de una energía que es de absorción más lenta, y por tanto más duradera: LAS GRASAS, tanto de procedencia animal como vegetal. Con el valor añadido de que, ellas sí, nos dan ácidos grasos esenciales que nuestro cuerpo no fabrica pero que son indispensables para nuestras células.

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En ese tiempo que permanezcamos con más inactividad de lo normal, sustituyamos los cereales (refinados sobre todo), féculas y las harinas refinadas (pan y pastas tipo macarrones, espaguetis etc) por aguacate, salmón o huevos. Poco a poco la sensación de «adicción» a los carbohidratos irá desapareciendo, y nos empezaremos a encontrar más descansados, con más energía, e incluso de mejor humor.

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Y si nos atrevemos a probar, vayamos un poco más allá y practiquemos también el ayuno intermitente, un patrón donde alternamos periodos de ayuno con periodos de ingesta de alimentos. Nuestro cuerpo está perfectamente preparado para pasar 16 o incluso 24 horas sin comer. Es más, diversos estudios demuestran que esta práctica puede ayudar a mantener el organismo más joven o mejorar la misión oxidativa de los ácidos grasos (es decir, perder más grasa), incluso hay estudios que demuestran que es eficaz contra la DIABETES (tipo 2).

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De esta forma podremos aprender un poco más de nosotros mismos para cuidar de nuestros cuerpos, y ayudarle a cambiar el metabolismo.

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