La dieta paleo, también llamada dieta paleolítica, prácticamente se ha convertido en un estilo de vida. Consiste en volver a aquellos orígenes en los que la alimentación se basaba únicamente en lo que se cazaba y recolectaba. Por ello, este tipo de dieta elimina los alimentos procesados y evita algunos grupos como cereales o lácteos, y basa la alimentación en carnes, pescados, frutas y verduras, que proporcionan un alto grado de energía. Aunque puede ser una buena opción, hay que encontrar el equilibrio en el consumo de estos productos, ya que un consumo excesivo de carne también puede ser perjudicial.
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Se basa en el consumo de los alimentos disponibles en la naturaleza antes de la Revolución del Neolítico, la agricultura y el inicio del sedentarismo, cuando nuestros antepasados cazaban y recolectaban.
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La dieta paleo actual puede ser vegana
Quienes reivindican la dieta paleo en la actualidad se incluyen vegetales, frutas, semillas y frutos secos, raíces, algas, miel, carne y pescado, huevos y vísceras animales. Se excluyen todos los refinados, lácteos, cereales y pseudocereales, legumbres, azúcares, melazas y siropes, sal, alcohol y café.
Se presenta como una dieta para recobrar la salud, perder peso y combatir las enfermedades degenerativas de la civilización actual, como las cardiovasculares, las autoinmunes, la obesidad o la diabetes.
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¿Por qué remontarse a la prehistoria?
La dieta paleo se ha popularizado gracias a los libros y escritos de Loren Cordain, científico norteamericano experto en nutrición y fisiología del ejercicio. Sus defensores postulan que en el Paleolítico nuestros antepasados obtenían un 55% de sus calorías diarias de la proteína animal, un 15% de frutas, vegetales y semillas, y el resto de grasas, especialmente saturadas.
La dieta paleo comparte con filosofías como el crudiveganismo la idea de que nuestro sistema digestivo y nuestra genética no han tenido tiempo de adaptarse a los cambios sucedidos desde la generalización de la agricultura y, más recientemente, del sedentarismo.
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Si bien los homínidos existen desde hace unos 6 millones de años, los humanos modernos surgieron hace doscientos mil y la agricultura, en torno a los diez mil.
La Revolución Industrial, también alimentaria, apenas tiene dos siglos. Y en los últimos años los cambios, tanto en alimentación como en estilo de vida, se han acelerado vertiginosamente. Demasiado rápido para que nuestra biología haya podido adaptarse.
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Exceso de proteína animal
La dieta paleo, tal como se propone actualmente, tiene sus puntos débiles, sobre todo en lo que se refiere al consumo de proteína animal, ya que recomienda incluirla en todas las colaciones, entre 3 y 5 al día.
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La lógica evolutiva de la propia propuesta no acaba de justificar ese consumo. Nuestros antepasados no podían comer poteína animal a diario porque no tenían la logística ni la tecnología necesarias para cazar animales con tanta facilidad. Tampoco disponían de los sistemas de refrigeración con que contamos hoy para preservarla.
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Otros estudios apuntan a que nuestros antepasados, tras pasar el día recolectando y cazando, se reunían al final del día para compartir los alimentos encontrados entre todos. Es decir, practicaban a diario ayunos prolongados durante los que realizaban esfuerzo físico y solo comían una vez al final del día.
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Un modelo completamente distinto
En el fondo, la dieta paleo propone una guía alimentaria completamente diferente, casi invertida, de la pirámide alimentaria que conocemos (con abundante presencia de los hidratos de carbono) y propone una vuelta a los orígenes para recuperar la salud y la vitalidad.
No es una dieta temporal, sino un completo cambio de paradigma. Pero la cosa no es tan simple: siempre que surge un movimiento, aparecen sus variaciones.
Así, en la dieta paleo, hay corrientes que defienden que los alimentos se deben comer crudos. Es el raw paleo, punto de encuentro con la alimentación raw food no vegana.
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¿Conoces la dieta «pegan»?
También existe una corriente «pegan», que viene de paleo + vegan, que propone una dieta paleo mucho más vegetal. Por cuestiones éticas o de sostenibilidad rechazan consumir grandes cantidades de proteína animal, aunque sí la incluyen en pequeñas dosis, por lo que su denominación es discutible.
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Se han diseñado asimismo propuestas paleo omnívoras como la dieta cetogénica o el protocolo autoinmune (AIP), para combatir problemas de salud extendidos. Son estrictas y, tras seguirlas, es básico adoptar de por vida una nueva manera de alimentarse.
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Te puedes quedar con lo bueno
La dieta paleo puede aportar un punto de vista interesante al veganismo, pues hace hincapié en la importancia de conocer nuestra historia evolutiva y alimentaria, así como en escoger los mejores alimentos para la salud.
Muchas personas que han optado por un estilo de vida vegano por ideología descuidan un aspecto tan esencial como es cuidarse uno mismo. Consumen productos sin sufrimiento animal, pero nada naturales ni saludables, con colorantes, saborizantes, conservantes y otros aditivos poco recomendables.
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La alimentación crudivegana, viva o raw vegan defiende puntos que también hallamos en la dieta paleo y que es importante reivindicar:
- Incorporar una buena cantidad de grasas saludables.
- Evitar los refinados y procesados.
- Elegir alimentos ecológicos, no muy alterados por los métodos de la agricultura y, a ser posible, locales.
- No comer cereales ni legumbres (solo sus brotes o germinados en pequeñas dosis).
- El ejercicio físico, sobre todo en ayunas, es también clave.
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Más allá del modelo, no hay que olvidar que no solo somos lo que comemos, sino también lo que pensamos, lo que sentimos, cómo actuamos, el lugar donde vivimos y con qué seres lo compartimos.
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La ingesta de carne que propone la dieta paleo, si todos la llevásemos a cabo, es insostenible a nivel mundial, y por mucho que se insista en que provenga de animales criados al aire libre y con pasto, el posicionamiento ético ante la explotación animal es irrelevante.
Por eso no hay que olvidar que, en el movimiento paleo, existe también el «pegan», una versión más consciente y compasiva.
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¿Cómo puedes hacer tu dieta más paleo?
La base de una dieta de inspiración paleo debería ser vegetal y en un 70% cruda. Estos son tus aliados:
- Hortalizas: da prioridad a las que no necesitan cocción.
- Frutas poco dulces: aportan energía sin altibajos.
- Fermentados: son fáciles de digerir y favorecen la salud intestinal.
- Semillas y frutos secos: aportan proteínas y grasas. Actívalos (déjalos unas horas en remojo antes de prepararlos).
- Germinados: están llenos de vida y nutrientes.
- Aceite de coco: una gran fuente de grasas saludables. Elígelo virgen.
- Superextras: añade alimentos de color vivo, ricos en antioxidantes.
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Incluye también con moderación alimentos que te aportan un extra de energía a la vez que dulzor, pero sin abusar de ellos:
- Tubérculos: son ideales como fuente de carbohidratos si eliminas cereales y legumbres, sobre todo si haces deporte. Acompáñalos de grasas sanas –aceite, semillas, aguacate…– para evitar picos de glucosa.
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- Frutas dulces o muy dulces: acompáñalas también de aceites y grasas saludables.
Elimina finalmente de tu dieta los alimentos que inflaman los intestinos, como el gluten y los productos lácteos.