Podemos resumir las funciones de los nutrientes en cuatro grandes grupos:
• Energéticas. El organismo necesita energía para su funcionamiento interno, esto es, para
que sigan ocurriendo todos los procesos fisiológicos, desde las reacciones químicas
hasta el movimiento del aparato digestivo o el mantenimiento del pulso cardíaco. Pero
también necesita energía para el mantenimiento de la temperatura corporal y para el propio
movimiento o trabajo físico.
• Formación de otros compuestos. Algunos nutrientes se transforman en otras sustancias
también necesarias para el funcionamiento orgánico, como por ejemplo, los ácidos biliares
que sirven para ayudar a digerir las grasas.
• Estructurales. También llamadas plásticas, por su capacidad para formar tejidos, como algunos
minerales que forman parte del tejido óseo o como las proteínas que forman los
músculos.
• Almacenamiento. El organismo almacena algunos nutrientes sin modificarlos y otros, sufriendo
una transformación química. Los ejemplos más conocidos los constituyen las grasas
y el glucógeno.
Químicamente podemos distinguir cinco grupos de nutrientes:
• Glúcidos o hidratos de carbono.
• Proteínas o prótidos.
• Lípidos o grasas.
• Minerales.
• Vitaminas.
La clasificación de los nutrientes desde el punto de vista energético es la siguiente:
• Energéticos: son los que el organismo puede transformar en energía, aunque además
también puedan tener otras funciones. A este grupo pertenecen los hidratos de carbono,
las grasas y, en menor grado, las proteínas. Siempre serán utilizados en primer lugar
para la obtención de energía los hidratos de carbono y las grasas.
• No energéticos: minerales y vitaminas. Nunca se pueden transformar en energía, aunque
la presencia de alguno de ellos (vitamina B1, magnesio, etc.) sea necesaria para la
transformación en energía de los nutrientes energéticos.
De ahí la importancia de nuestra alimentación en función de nuestras necesidades o requerimientos diarios.