Todos hemos tenido en alguna ocasión estados de ánimo muy bajos, hemos visto que los problemas pequeños se hacían inmensos por momentos desde nuestro punto de vista, hemos estado tristes y sin ganas de hacer nada y no hemos sabido que hacer ante esta situación. Una de las muchas soluciones es la práctica de ejercicio físico.
Las actividades o el entrenamiento deportivo modifican el cuerpo tanto de forma inmediata como a largo plazo y de formas muy variadas. Es lógico que ello tenga una influencia a nivel psíquico.
La actividad física pone en marcha diversos mecanismos, los cuales animan el estado de ánimo, reducen los miedos y las depresiones y fortalecen positivamente la autoestima. Las personas que mantienen una actividad física suelen presentar un intenso sentimiento de satisfacción, mayor que el de aquellos que no practican absolutamente ningún deporte.
El entrenamiento físico aumenta el tono muscular (la tensión muscular), mejorando el estado de ánimo; toda la postura frente a la vida se vuelve más optimista. Por esta razón, se recomiendan aquellos deportes que conllevan un entrenamiento orientado a aumentar la fuerza, la cual está especialmente recomendada para combatir las depresiones.
El entrenamiento físico, donde los deportes de resistencia adquieren una relevancia especial, provoca un aumento de la secreción de endorfinas. Estas son sustancias propias del cuerpo, parecidas a la morfina, que por una parte alivian el dolor y, por otra, producen un efecto de euforia sobre el estado de ánimo individual.
Entre los deportistas de resistencia se habla de denominado runners high (“alto de los corredores”). Se habla incluso de ciertos corredores “adictos” que en mitad de la noche deben levantarse para alcanzar el determinado nivel que necesitan corriendo un par de kilómetros. Cuanto más intenso o prolongado sea el esfuerzo, más fuerte es el efecto positivo sobre el estado de ánimo.
Las personas con unas importantes necesidades sociales deberían practicar deportes que le permitan entrar en contacto con muchas personas, por ejemplo, mediante el baile, los deportes de balón o en un centro excursionista.
Se ha de tener en cuenta que la actividad deportiva solamente produce un efecto duradero cuando se practica con regularidad. De igual forma, para combatir las depresiones solamente están indicados aquellos deportes que gusten a la persona. Cuando alguien comienza una actividad deportiva con rechazo, sus efectos beneficiosos no se producirán o solamente de forma limitada.
Para resumir puede afirmarse que la persona que tenga una predisposición a sufrir depresiones debería moverse más, ya que existe una clara relación entre la costumbre de hacer una actividad deportiva y un mejor estado de ánimo. Cuando las depresiones son leves, el deporte puede eliminar los temores, tener un efecto tranquilizador y, en consecuencia, disminuir la ingestión de medicamentos o incluso hacerlos innecesarios.
También hay que pensar en el efecto preventivo de la actividad física: existe indicios suficientes de que una persona (todavía) sana psíquicamente puede hacerse más resistente a las enfermedades depresivas gracias al deporte.